La malaria o paludismo es una enfermedad perteneciente al género parasitario (concretamente el Plasmodium). Los vectores principales de esta patología son los mosquitos (únicamente las hembras, ya que son las que se alimentan de sangre para hacer madurar los huevos), y en otros casos por vía placentaria o transfusiones sanguíneas.(2)

 

Una vez que el vector ha hecho su trabajo, los parásitos invaden al torrente sanguíneo e infectan a los glóbulos rojos. Los síntomas que se suelen manifestar son la anemia, fiebre, dolor de cabeza y muscular, escalofríos, convulsiones… que se producen por:

 

  • Presencia de merozoítos (cuerpo que producen los parásitos una vez que maduran) en el torrente sanguíneo.
  • Destrucción de glóbulos rojos.
  • Cantidades de hemoglobina liberada.(1)
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El primer intento realizado para sacar una vacuna contra la malaria fue en 1997 (por el equipo de Manuel Elkin), en 2010 fue catalogada como inactiva y en 2013 se anunció que alcanzaba un 100% de eficacia. A día de hoy el medicamento más común para tratar el paludismo es la cloroquina, pero otros tratamientos para pacientes inmunes a la cloroquina son:(2)(3)

 

  • Combinaciones de artemisina, lumefantrina y arteméter.
  • Tratamiento con base de quinina en conjunto con doxiciclina o clindamicina.
  • Mefloquina en combinación con doxiciclina o artesunato.

 

Por último, cabe destacar que en zonas donde la malaria es muy común, se puede llegar a desarrollar una autoinmunidad a la enfermedad y en casos contrarios, se deben tomar medicamentos preventivos.(3)