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Células madre para las mamas

reconstruccion de mamas con celulas madre

Médicos del Hospital Gregorio Marañón están realizando reconstrucciones de mamas con células madre obtenidas de la grasa del paciente.  Se abre asi una nueva vía de esperanza para estas personas.

Para reconstruir una mama dañada por el cáncer ya no será necesario utilizar una prótesis artificial. Bastará con reparar la mama dañada con la ayuda de la grasa acumulada en el cuerpo y de un ejército especializado de células madre. Al menos, eso es lo que intenta demostrar un ensayo clínico europeo en el que participa el Hospital Gregorio Marañón de Madrid junto a otros centros del Reino Unido, Italia y Bélgica.

Al principio, la intervención se realizó en todos los casos para regenerar una pequeña parte de la mama, pero en el futuro no se descarta que en la misma operación se pueda reconstruir una mama completa. Las pacientes intervenidas en la primera fase serán sometidas a un proceso de seguimiento que durará un año, con el objeto de comprobar realmente si las células madre mesenquimales reconstruyen los vasos sanguíneos del pecho y fijan la grasa o si, por el contrario, se licúa. Pero las expectativas son muy positivas, por lo que, pasado este plazo, es muy probable que la técnica se pueda implantar en los hospitales, aunque para que se aplique a gran escala habrá que esperar un poco más.


El proceso comienza con la extracción de las células madre adultas, que, una vez purificadas y seleccionadas, se implantan en la paciente con el doble objetivo de reconstruirle la mama y de generar vasos sanguíneos nuevos que permitan irrigar la zona afectada. Una máquina separa la grasa de las células mesenquimales, las purifica y las limpia para administrarlas, sin que exista riesgo, en el pecho de la paciente. Todo el proceso dura menos de cinco horas.

Se trata de un gran avance científico en el tratamiento del cáncer de mama, ya que es una manera fácil y rápida de reconstruir la mama para que esta enfermedad no deje huella.

 

 

 

Para saber más

 

 

Por Armand Martínez Ferrer, 1º ESO